lunes, 15 de agosto de 2016


Japón tiene el mejor sistema educativo del mundo


Japón tiene el mejor sistema educativo del mundo

Los japoneses son famosos por su peculiar forma de ser, saben trabajar en equipo casi de forma instintiva, son inteligentes, educados y con unas fuertes raíces tradicionales y familiares. Quizás deberíamos aprender de ellos y, probablemente, deberíamos empezar por uno de sus pilares: el sistema educativo. Si echas un vistazo a los puntos siguientes seguramente tendrás ganas de que en tu país los niños también fueran educados de esta manera:

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Modales antes que aprender cosas 

En los colegios japoneses los niños no tienen exámenes hasta el cuarto curso, cuando tienen 10 años. Solo les preparan pequeños tests. Los primeros años en el colegio se centran en desarrollar la personalidad del niño y enseñarle buenos modales para que sean buenos ciudadanos. Les enseñan a respetar a los animales y a la Naturaleza, a ser generosos, empáticos y compasivos y a tener nociones de justicia y auto control.


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El colegio comienza el 1 de Abril 

Lo habitual es que las clases comiencen al final del verano, pero en Japón el curso comienza el 1 de abril, coincidiendo con el tiempo de la flor del cerezo. Los cursos se dividen en tres trimestres, del 1 de abril al 20 de Julio, 1 de septiembre al 26 de diciembre y el último desde el 7 de enero al 25 de marzo. 6 semanas de vacaciones en verano y dos descansos de dos semanas en invierno, coincidiendo con las Navidades, y en primavera.


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Los colegios no contratan limpiadoras, los limpian los propios alumnos

Los estudiantes japoneses tienen que limpiar las clases, la cafetería e incluso los cuartos de baño. Se dividen en pequeños grupos que realizan tareas que van rotando a lo largo del año. Aparte de cuidar su colegio, se les enseña a trabajar en equipo y a ayudarse unos a otros. Además les enseñan a respetar a los que luego van a desempeñar esos trabajos, aunque ellos acaben de directivos en una empresa. 


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El colegio provee el almuerzo y todos comen en la clase 

El sistema educativo de Japón se asegura de que los niños coman bien y sanos. Se prepara la comida según el criterio de chefs y especialistas en salud y alimentación. Todos comen juntos, incluido el profesor, para estrechar lazos y mejorar las relaciones entre el profesor y los alumnos.


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Los trabajos fuera del colegio 
Para prepararse mejor, los estudiantes realizan actividades extraescolares cuando acaban las clases. Tienen clases 8 horas al día, pero estudian incluso fines de semana y en vacaciones. Por ese motivo no verás niños con asignaturas pendientes o repitiendo cursos.


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Los estudiantes aprenden caligrafía japonesa y poesía 

Aparte de las clases habituales, los niños aprenden caligrafía japonesa (shodo) utilizando una brocha de bambú y tinta sobre papel de arroz, al más puro estilo tradicional. Esto enseña a los niños a respetar su propia cultura y sus tradiciones milenarias. 


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Casi todos los estudiantes llevan uniforme

De esta forma se eliminan barreras sociales entre los estudiantes y los ayuda a trabajar sintiéndose en una comunidad.

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Un examen decide el futuro de los estudiantes 
Al final de la escuela secundaria realizan un examen que decide su futuro. El 76% consigue pasarlo para acceder a la universidad. 


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Los estudiantes consideran la universidad como unas vacaciones 

En Japón, se suele considerar la época universitaria como unos de los mejores años en la vida de una persona, como unas vacaciones antes de comenzar a trabajar.
 

martes, 9 de agosto de 2016

Exámenes de ADN revelan que Cráneos Paracas no son humanos

by CienciayEspiritu

Exámenes de ADN revelan que Cráneos Paracas no son humanos

La desértica península de Paracas se encuentra en la costa sur de uno de los países más enigmáticos de América del sur: Perú. Es allí, en este árido paisaje donde un arqueólogo peruano Julio C. Tello hizo uno de los descubrimientos más misteriosos en el año 1928. Durante las excavaciones, Tello descubrió un cementerio complejo y sofisticado en el suelo áspero del desierto de Paracas.
En las enigmáticas tumbas, Tello descubrió una serie de polémicos restos humanos que cambiarían para siempre cómo miramos a nuestros antepasados y nuestros orígenes. Los cuerpos en las tumbas tenían algunos de los cráneos alargados más grandes jamás descubiertos en el planeta, llamado los cráneos Paracas. El arqueólogo peruano descubrió más de 300 cráneos misteriosos que se creen tenían al menos 3000 años de antigüedad.
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Como si la forma de los cráneos no fuera lo suficientemente misteriosa, un reciente análisis de ADN realizado sobre algunos de los cráneos presenta algunos de los más enigmáticos e increíbles resultados que desafían todo lo que sabemos sobre el origen y el árbol evolutivo humano.
Cráneo alargado Paracas. Es impresionante la estructura del mismo, y además la presencia de cabello de color rojizo, no tan común en los pueblos antiguos sudamericanos.

Deformación del cráneo: Una antigua práctica religiosa

Mientras que varias culturas de todo el mundo realizaron prácticas de deformación del cráneo (elongación), las técnicas utilizadas fueron distintas, lo que significa que los resultados tampoco eran los mismos. Hay ciertas tribus sudamericanas que ‘ataban los cráneos de los bebés’ con el fin de cambiar su forma, resultando en una forma craneal drásticamente alargada. Aplicando una presión constante durante un largo período de tiempo con el uso de herramientas antiguas, las tribus lograron realizar deformaciones craneales que se encuentran también en culturas antiguas de África. Sin embargo, si bien este tipo de deformación craneal cambió la forma del cráneo, no alteró el tamaño, peso o volumen craneal, todos los cuales son rasgos característicos de los cráneos humanos regulares.
Justamente aquí es donde las características de los cráneos Paracas resultan ser más interesantes. Los cráneos Paracas son cualquier cosa menos ordinarios. Los cráneos Paracas son por lo menos 25% más grandes y hasta un 60% más pesados que los cráneos de los seres humanos regulares. Los investigadores creen firmemente que estas características podrían no haberse logrado con las técnicas utilizadas por las tribus como sugieren algunos científicos. No sólo son diferentes en peso, los cráneos Paracas también son estructuralmente diferentes y sólo tienen una placa parietalmientras que los seres humanos normales tienen dos.
A la izquierda un cráneo Paracas y a la derecha una representación artística de cómo pudo haber sido uno de los individuos de esta cultura.
Estas características extrañas han acrecentado el misterio durante décadas, pues los investigadores aún no tienen idea de quiénes fueron alguna vez estos individuos con dichos cráneos alargados.

Más pruebas

El director del Museo de Historia de Paracas envió cinco muestras de los cráneos Paracas para someterlas a pruebas genéticas, y los resultados fueron fascinantes. Las muestras que consistían en el pelo, dientes, piel y algunos fragmentos de huesos craneales dieron detalles increíbles que han alimentado el misterio que rodea a estos cráneos anómalos. El laboratorio genético a donde las muestras fueron enviadas no fue informado previamente del origen de las calaveras para evitar ‘influenciar los resultados’.
Curiosamente, el ADN mitocondrial, que se hereda de la madre, mostró mutaciones que eran desconocidas para cualquier hombre, primate o animal encontrado en el planeta Tierra. Las mutaciones presentes en las muestras de los cráneos Paracas sugieren que los investigadores estaban tratando con un totalmente nuevo ‘ser humano’, muy diferente del Homo sapiens, Neandertal y Denisovans.

Brien Foerster informó los siguientes resultados que dio el genetista:

La muestra que provenga de la etiquetada 3A, tiene un ADN mitocondrial con mutaciones desconocidas en cualquier ser humano, primate o animales conocidos hasta ahora. Los datos están aún incompletos y todavía es necesario hacer montón de secuencias para recuperar la secuencia completa del ADN mitocondrial. Pero en los pocos fragmentos que he sido capaz de secuenciar la muestra 3A, indican que si estas mutaciones se sostienen (en el resto de la secuencias) se trata de una nueva criatura humana, muy distante del Homo sapiens, los neandertales y los homínidos de Denisova.”
Brien Foerster examinando un cráneo Paracas
Según los informes, las personas de los cráneos de Paracas fueron tan biológicamente diferentes que hubiera sido imposible que los seres humanos se cruzasen con ellos. “No estoy seguro de que esto se ajuste en el árbol evolutivo conocido”, escribió el genetista.
¿Quiénes eran estos seres misteriosos? ¿Evolucionaron por separado en la tierra? ¿Qué causó que tengan esas diferencias drásticas con los seres humanos ordinarios? ¿Y es posible que estos seres realmente no sean oriundos de la tierra? Todas estas posibilidades son teorías que no pueden ser anuladas dadas las pruebas actuales. Lo único que sabemos hasta ahora es que hay muchas cosas que van más allá de la comprensión de los investigadores, historiadores y científicos. Es posible que después de todo, la pregunta de si estamos solos en el universo pueda ser contestada gracias a los cráneos de Paracas.

sábado, 6 de agosto de 2016


Las huellas de Laetoli: pisadas humanas de hace 3,6 millones de años


http://www.ancient-origins.es/
Portada - Huellas de Laetoli, pisadas humanas de hace 3,6 millones de años halladas en Tanzania. (Fotografía: La Gran Época/Bournemouth University)
Pisadas humanas de hace 3,6 millones de años, conservadas en las cenizas volcánicas de Laetoli, Tanzania, al sur de África, oficialmente las más antiguas descubiertas hasta la fecha, han sorprendido al mundo. Después de 38 años de debates y análisis, un equipo de la Universidad de Bownemouth las ha digitalizado, y sus conclusiones indican que no existe gran diferencia entre los pasos de aquellos hombres del pasado remoto y los de hoy en día.
“La huella es sorprendentemente similar a una pisada moderna”, confirmaron los investigadores al referirse a una de las tres huellas más claras de aquellos antiguos caminantes. “La función biomecánica del pie es esencialmente moderna”, concluyeron al estudiar otra de las pisadas. Su estudio fue publicado en la sección Scientific Report de la revista Nature.
Huellas de Laetoli, Tazmania. (Fotografía: La Gran Época/Universidad de Bownemouth)
Las huellas de Laetoli son las más antiguas reconocidas por la comunidad científica. Sin embargo, existe otra pisada hallada sobre un trilobite, una especie que vivió hace 500 millones de años, descubierta por William J. Meister en una expedición de 1968 a Antelope Springs, Utah, Estados Unidos, destinada a la búsqueda de fósiles. Esta huella se ha tenido que enfrentar con muchos opositores, tal y como indica Ernest Conrad, del Centro Nacional de Ciencias de la Educación de los Estados Unidos: su existencia simplemente destruye la teoría de la evolución del hombre. Seres humanos caminando normalmente, erguidos, hace 500 millones o 3,6 millones de años, da mucho que pensar.
Meister reveló la espectacular huella dejada por un ser humano, que calzaba sandalias, en una zona donde posiblemente haya más pisadas, como señala Footprintstone. Los investigadores que realizaron los diversos análisis, notificaron haber recibido muestras de otras posibles pisadas de los alrededores, sin rastro alguno de trilobites. Asimismo, algunos expertos proponen que podría tratarse de marcas geológicas naturales, similares a las existentes en la zona, pero lo cierto es que hasta el momento no se ha llevado a cabo un estudio detallado, como el que sí ha presentado la Universidad de Bownemouth sobre las huellas de Laetoli.
La huella de Meister. Foto proporcionada por Clifford Burdick en el año 1982. La flecha señala uno de los trilobites que aparecen en la muestra. (Fotografía: La Gran Época/talkorigins.org)
La huella de Meister. Foto proporcionada por Clifford Burdick en el año 1982. La flecha señala uno de los trilobites que aparecen en la muestra. (Fotografía: La Gran Época/talkorigins.org)
El hombre de Laetoli tal vez fuera el superviviente de un grupo de seres humanos que habitó la Tierra hace millones de años. Nuestro planeta sufrió grandes cataclismos en épocas remotas, y este homínido vivió al final del período Terciario, una época en la que la Tierra fue pasando de un clima muy cálido, con selvas tropicales en los polos, a otro tan frío que acabó congelando la Antártida. Un tiempo en que los continentes, después de desplazarse, alcanzaron las posiciones que ocupan en la actualidad. Es posible que por esta razón sean tan difíciles de encontrar restos óseos humanos de aquella época, así como vestigios de su existencia por aquel entonces.
Hace 3,6 millones de años, el planeta se hallaba inmerso en pleno Plioceno, en medio de un cambio de etapa marcado por algunas importantes extinciones. El calentamiento global causado por el hombre actual nos lleva a sopesar si no estaremos repitiendo en nuestros días aquella historia de desastres climáticos.

Nuevo software, nuevo estudio

El profesor Matthew Bennett y el Dr. Marcin Budka, de la Universidad de Bownemouth, crearon en el año 2015 un nuevo software para estudiar las huellas de Laetoli. El examen de 70 de estas huellas reveló la existencia evidente de tres caminantes diferentes, así como un cuarto rastro no previsto, menos visible. Las pisadas, realizadas sobre cenizas volcánicas húmedas, se extienden a lo largo de 27 metros.
Comparativa de huellas de Laetoli con la huella de un ser humano actual. Izquierda: Ser humano actual. Centro: Caminante de Laetoli número 1. Derecha: Caminante de Laetoli número 3. (Imagen: La Gran Época/Universidad de Bownemouth)
Comparativa de huellas de Laetoli con la huella de un ser humano actual. Izquierda: Ser humano actual. Centro: Caminante de Laetoli número 1. Derecha: Caminante de Laetoli número 3. (Imagen: La Gran Época/Universidad de Bownemouth)
“Cuando el cercano volcán entró en erupción de nuevo, capas posteriores de ceniza cubrieron y conservaron las huellas más antiguas conocidas de los primeros seres humanos”, según revela una información publicada por el Museo Nacional de Historia Natural Smithsonian.
Por su parte, la paleontóloga Mary Leakey halló pisadas de animales en la misma región en 1976, y algo más tarde, trabajando junto con Paul Abell, fue cuando ambos descubrieron las huellas humanas.
“Las huellas revelan muchos datos de los individuos que las dejaron: su masa corporal, su altura y la velocidad de su marcha. Contienen información acerca de la forma en que nuestros antepasados se movían”, ha explicado el profesor Bennett.
Junto al Dr. Budka, tras medir la extensión de parte del pie y la separación entre las pisadas, concluyeron que uno de los caminantes mediría unos 130 centímetros de estatura, y otro unos 153 centímetros. Unos datos ligeramente superiores a los obtenidos en estudios previos.
Diferentes huellas del segundo caminante de Laetoli, Tanzania. (Fotografía: La Gran Época/Universidad de Bownemouth)
Diferentes huellas del segundo caminante de Laetoli, Tanzania. (Fotografía: La Gran Época/Universidad de Bownemouth)
Los tres caminantes muestran huellas de pies algo diferentes. Según los científicos, esto pudo estar provocado por la presión ejercida sobre diferentes terrenos, y no necesariamente por tratarse de especies diferentes. De hecho, en algunas zonas se nota que las pisadas de un mismo caminante son más profundas que otras. Además, las diferencias −advirtieron− podrían explicarse por variaciones individuales en la anatomía del pie, su tamaño y sexo.
Puede ser que uno de ellos tuviese un talón más pronunciado y ovalado que el otro, cuya forma es más redondeada. También el grado de abducción del dedo pulgar era algo diferente entre ellos, así como la profundidad lateral media y la profundidad de la parte delantera del pie.
Las pisadas de Laetoli −apunta el Dr. Marcin Budka– muestran una línea de huellas de nuestros primeros ancestros, conservadas en la ceniza volcánica, que nos proporcionan una visión fascinante de cómo caminaban los primeros humanos. Las técnicas modernas que hemos venido desarrollando para su uso en escenas de crímenes actuales también pueden revelar nuevas pistas acerca de estos ancestrales descubrimientos.
Imagen de portada: Huellas de Laetoli, pisadas humanas de hace 3,6 millones de años halladas en Tanzania. (Fotografía: La Gran Época/Bournemouth University)
Este artículo fue publicado originalmente en La Gran Época y ha sido publicado de nuevo enwww.ancient-origins.es con permiso.